El muro

Un día me levanté y allí estaba, ante mí en todo su esplendor. Posé mis manos sobre él y sentí su cálido bienestar. Era suave y hermoso. Era mío. Con el paso de los días aprendí a utilizar todo lo que me ofrecía. Soportaba mis pelotazos, coqueteaba con mis pintadas, escuchaba mis conversaciones que terminaban siendo confesiones. Pero lo mejor de todo era que me hacía sentir seguro. Era difícil imaginar que alguien pudiese comprenderme mejor que él. Se convirtió en mi amigo, en mi hermano, en mi familia...
Pasaron meses y nuestra convivencia se mantenía firme y gozaba de buena salud. Pero ocurrió lo inevitable, en el fondo sabía que llegaría ese día, aunque me daba miedo reconocerlo. Me acerqué a él como otras tantas veces y descubrí una fina grieta. No parecía dolerle, pero aunque así hubiese sido no me lo hubiese dicho, él jamás me lo hubiese dicho. Ahora me necesitaba y no sabía cómo ayudarle. Intenté cubrir la grieta con pegamento, cinta adhesiva, chicle... cualquier cosa que encontrase. Pero no surtió efecto, la grieta siguió creciendo y entonces noté que en mi interior crecía una sensación similar, como si me estuviese rompiendo.
Me senté en un rincón viendo como la grieta crecía cada día más, dejé de comer, de asearme, apenas dormía... Estaba en un estado de shock, pero un crujido me hizo reaccionar. La grieta lo había debilitado tanto que un pedazo de gran tamaño cayó al suelo. Ya no había solución alguna, había llegado la hora. Sombras alargadas se proyectaban desde el otro lado y una luz cegadora me obligó a girar la vista. Un sinfín de sonidos y olores se mezclaban produciéndome náuseas. Finalmente mis ojos se acostumbraron a la luz y vi las siluetas en pie, ante mí. Me ofrecieron sus manos para levantarme, me hicieron gestos invitándome a acompañarles, pero los ignoré hasta que se rindieron y se fueron, dejándome de nuevo solo. Me levanté y me acerqué a él. Apenas quedaba nada en pie y se apoderó de mí una nostalgia tal que perdí el control y comencé a llorar desconsoladamente. Lloré, grité, maldecí... hasta que me sentí mejor, liberado. Luego me levanté y miré a través de la obertura. Pensé en lo que tenía, en lo que podía tener, en lo que no tendría nunca... Y tomé una decisión.

3 comentarios:

Nuria Braña dijo...

Muy bonito y profundo. Lo que da de si el muro de la niñez.......

David Braña dijo...

Bueno, se trata de que cada uno le dé un significado a ese muro... Besotes.

Juanma Aguilera dijo...

Increible, no tengo nada mas que decir...