Por todos es sabido que las adaptaciones de vídeo juegos y comics a la gran pantalla están a la orden del día. Los productores de Hollywood han encontrado un filón de oro con los que hacer dinero fácil. Algunas de estas adaptaciones han sido decentes e incluso buenas (más por la parte que toca a los cómics que a los vídeo juegos). Resident Evil es un vídeo juego conocido en todo el mundo, que ha batido records de ventas y que, personalmente, me parece insuperable. Cuando surgió la idea de adaptarlo al cine me pareció estupendo, pero desde que se estrenó la primera entrega (Resident Evil) pasando por la segunda (Resident Evil-Apocalipsis-) hasta llegar a la última (Resident Evil-Extincion-), no he hecho más que sentirme defraudado. Milla Jovovich, aunque guapísima, no es conocida por su gran carrera cinematográfica (The Claim, Resident Evil, Ultraviolet...), y esta tercera entrega de Resident no es una excepción. La película continúa donde acabó la anterior, con el mundo apocalíptico, apoderado por los zombies y sin apenas recursos en el planeta. Algo así como un Mad Max con muertos vivientes pululando por todas partes (salvando, y mucho, las distancias con la estupenda película interpretada por Mel Gibson). A priori, prometedor. Pero al final cae en los mismo defectos que las predecesoras. Ganas de causar impacto visual sin apoyarse para nada en la historia, con personajes planos, el típico malo grande al final (como en el vídeo juego) y unos zombies que, aunque al principio parecen amenazantes, al final no dan más miedo que los que tenía Michael Jackson bailando con él en su famoso Thriller. Una pena, porque Resident Evil da para muchísimo más de lo que nos están ofreciendo en estas películas facilonas que, si bien funcionan en taquilla, son de una pésima calidad.
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