Terror a ratos. -El espantapájaros-

La vida allí era una rutina constante, solo con la variable del tiempo. Pero no importaba si llovía, nevaba o el sol lanzaba sus incandescentes rayos, yo siempre estaba solo e inmóvil en aquel interminable campo sembrado. Con la única misión que me otorgó mi creador: asustar. Pero todo ha cambiado desde hace unos días. En este preciso instante, un pájaro oscuro como la noche, con una estridente voz, está posado sobre mi brazo de madera. Y no es la primera vez, lleva días viniendo aquí, "hablando" conmigo y, lo más importante, no me tiene miedo. Estoy aprendiendo a comprender sus "palabras", aunque no pueda corresponderle como me gustaría. ES MI AMIGO. Y entonces un trueno suena a lo lejos, casi al mismo tiempo que una nube de plumas negras flota a mi alrededor y mi amigo cae como succionado por el suelo. "¡Le di!", dice mi creador, sosteniendo una escopeta en sus manos. Luego se agacha ante mí para recoger, roto y sangrante, el cuerpo de mi amigo. Deseaba gritar, necesitaba llorar, quería correr sin mirar atrás. Pero no podía, el trapo y la madera que me formaban no tenían vida, al menos no la que mi creador conocía. Y fue entonces cuando el viento silbó, como llamando a otros vientos, y todos juntos me dieron un fuerte empujón, partiendo mi única pierna y haciéndome caer, con mi afilada naríz de madera por delante, sobre la espalda de mi creador. Allí nos quedamos los tres, envueltos en un mortal abrazo de amor y odio. 
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El niño disfrazado de espantapájaros corre hacia un grupo de palomas, obligándolas a emprender el vuelo y chocando, una de ellas, contra el parabrisas de un coche que, desviado por el accidente, atropella a una mujer que cruzaba la calle, partiéndole el cuello.

1 comentario:

Nuria Braña dijo...

Es una triste historia de amor. Pero me ha gustado.