Los microrrelatos de Getafe Negro

La segunda edición de Getafe Negro, festival de novela policiaca de Madrid, convocó entre sus diversas actividades, un concurso de microrrelatos. Rindiendo homenaje a la saga Millenium, del escritor sueco Stieg Larsson, todos los relatos debían comenzar con la frase "la sangre sobre la nieve es más roja". Yo envié cuatro, dos de ellos con el nombre de mi mujer. Reconozco que algo improvisados por la falta de tiempo. Aquí os lo dejo para que los juzguéis, como es costumbre.


MANERAS DE MORIR
La sangre sobre la nieve es más roja. Como sus labios aterciopelados rozando los míos. Siempre tan rojos y tan apetecibles. Con ella olvidé el frío, acurrucado en su cuerpo todas las noches. Conocí el latido de mi corazón, incontrolado cada vez que la tenía ante mí. Sentí vergüenza por ser tan frágil al ver mis lágrimas resbalandome por las mejillas cuando se marchó. Caí en la locura cuando la vi con otro, sonriendo, demostrándome su felicidad sin ningún tipo de remordimientos. Busqué en el valor que me quedaba para seguirlos a la casa de campo, rodeada de una blanca paz. Olvidé lo que había aprendido cuando empecé a dispararles a ambos, mientras ella me suplicaba, desnuda sobre la nieve, que la perdonara. La vi morir y dejé de sentir. Sólo me quedaba su sangre. Tan roja...

SORPRESA
“La sangre sobre la nieve es más roja”. Era una clave. Recibí la llamada diecisiete minutos después de llegar a la casa abandonada junto al río. Hacía un frío y una humedad insoportables. Me sentía como el último ser humano sobre la faz de La Tierra. Parecía imposible que hubiese cobertura, pero una tímida rayita del móvil me mostraba que los milagros existen. Sonó una vez y oí la voz clara y segura al otro lado. Ahora tenía que estar atenta, me habían descubierto y eso, en mi oficio, es como decir que ya estaba jubilada. Esperé atenta. Hasta que unos lentos pasos, casi mudos, me indicaron que alguien se acercaba hacia mí. Me puse ante él y le disparé tres veces. Al menos dos dieron en el blanco. Al menos uno alcanzó el corazón. Cuando me acerqué, vi a mi marido sobre la nieve. Con un último estertor sanguinoliento saliendo de su boca: “¡Sorpresa!”
DESPERTAR
La sangre sobre la nieve es más roja. Mis pies se funden bajo un suelo inexistente. Me catapulto hacia un mundo sin gravedad y la sangre desaparece, la nieve cambia de color, mi vida cobra un nuevo sentido. La fiebre atenaza cada músculo y mi mirada nublada apenas identifica su muerta sonrisa. Sus palabras llegan a mí despacio, tímidas y, aunque las identifico, no las entiendo: “Has tenido suerte de que pasase por allí”. Los demás parecen contentos. Yo sé que voy a morir.
CALOR, FRÍO Y HAMBRE
La sangre sobre la nieve es más roja. El calor me obliga a quedarme en ropa interior. El calor... no sé cómo la nieve consigue soportarlo. Camino sola, mirando a cada instante a mi alrededor. Esperando aparezcan en cualquier momento. He conseguido detener la hemorragia, pero ellos pueden oler la sangre a kilómetros de distancia. Sé que aparecerán. Sigo sola, demasiado sola. No hay final en el desierto blanco al que me enfrento. Mis pies congelados ironizan con mi ardiente cabeza. De repente una forma a lo lejos. Dos, tres, cuatro, cientos... Demasiado cansada para huir, demasiado dolorida para luchar. Sólo se me viene a la cabeza un pensamiento desesperado: “No me extraña que quieran comerme, con lo buena que estoy...”.

2 comentarios:

mgperez dijo...

El segundo y el cuarto de los relatos son los que me gustan.

David Braña dijo...

Oído cocina!! :D